Tiempo de Navidad

Cada año la vida nos da una revancha para olvidar los rencores y unirnos como familia. Si el Hijo de Dios necesitó de una mamá y un papá, ¿cómo nosotros, simples mortales, no vamos a necesitar de una familia? Es un excelente momento para reflexionar y actuar diferente, y Horacio nos habla de ello.

FAMILIA+

Horacio Colombo

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bokeh photography of person holding fireworks
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Para quienes tenemos los bolsillos repletos de hojas de calendario, se nos hace imposible evitar recordar lo que significaba transitar diciembre, impregnado el aire del Espíritu Navideño. Las calles de la ciudad parecían adquirir un colorido especial: predominaba el color rojo ribeteado de blanco en vidrieras y casas; los árboles navideños hacían del espacio donde se erigían una zona de magia y las siluetas del santo pesebre de belén anunciaban que la esperanza se hacía presente. En las calles del barrio se hacía difícil no encontrar alguna ventana con el arbolito navideño y sus guirnaldas centelleantes. Hoy lo difícil parece ser encontrarlo y, si ocasionalmente lo hacemos, es cada vez más pequeño.

¿Qué sucedió? El auténtico espíritu de la navideño parece estar desapareciendo o al menos estar cada vez más distante. Los sentidos materiales nos informan que la falta de dinero o los ajustes en la conducta del derroche limitan la esperanza y enturbian el mensaje de Belén. No somos ignorantes o indiferentes al dolor y la tristeza que produce carecer aún de lo indispensable para cubrir las necesidades básicas de la familia. Pero es importante hacer un alto e hincar el pie en el nacimiento del Mesías, con determinación y firmeza. Desde el anunciamiento a María, que sería la mamá del Salvador y a José, que no la abandonara, el tránsito de la Familia de Nazareth no fue un camino de rosas en flor. No hubo lugar para alojarlos en la gran ciudad de la época, al momento de nacer. Ni posadas de cinco estrellas, ni una simple habitación que les ofreciera reparo y un digno aseo, a manera de hostal. Fue un pesebre, un lugar donde comían y bebían agua los animales que eran el sustento para movilizar el desarrollo social de la época. El GPS en esos años fue un cielo estrellado donde resaltó un lucero, indicando cuál era el lugar exacto dónde nacería El Enviado. Nada de lujos y mucho de carencias. Sin embargo, aún los más notables de Oriente depositaron costosos regalos a sus pies. Todos conocemos como continúa la historia.

Pero el cuadro de Belén cuenta con un marco que parece no tenerse en cuenta, en estos tiempos de acelerados cambios: hubo un papá y una mamá humanos, con ADN divino. Cuadro suficiente para entender el verdadero significado de la familia: la tuya, la mía, la de nuestro vecino y la de quien tal vez estamos enemistados. Todos tenemos una, seamos reconocidos o no, protegidos o ignorados. Quien inició una nueva era, comenzó su misión terrenal para transformar el mundo, perseguido, con sus padres maltratados, ninguneados y agredidos. Sin embargo, nunca conjugó la queja. Podemos detenernos y reflexionar, eran tres. El amor que se hizo carne y habitó entre nosotros necesitó una mamá y un papa. Ninguna fecha es más recordada, honrada y respetada que el 25 de diciembre. Su poder y continuidad lo genera descubrir que la sustancia nutricia es la familia, capaz de cualquier milagro. Desde intensificar el blanco en las sábanas de un hospital, hasta verter aceite sanador en la herida no cicatrizada de un duelo. Desde el amor incondicional a un hijo lejano o hasta la decisión de decretar tregua en una contienda. La Navidad cuenta con la capacidad de hacer posible lo imposible. De hacer llegar lo necesario a una mesa, y/o convenir con alguien que “podemos arrancar de nuevo”, en busca de armonía.

Esta Nochebuena para que sea verdaderamente buena y de lugar a una mejor Navidad, armemos un pesebre en el corazón y recordemos que nuestro Niño Cristo, tuvo una mamá y un papá, como en Belén. Presentes o ausentes, con aciertos y/o equivocaciones, en vida o ya viajando por el universo, pero los hubo…entonces una vez más la magia de la navidad se hará presente.

Horacio Colombo. Licenciado en Ciencias para la Familia (UA)

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