LÍMITES SIN CULPA

Entender lo positivo de poner límites no nos exime de la sensación de culpa. La mapaternidad consciente nos enfrenta a estos retos, el deseo de hacer bien las cosas nos pone una trampa: entre nuestros miedos y el bien supremos de nuestros hijos.

MAPATERNIDAD+

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woman in black long sleeve shirt and black pants standing beside brown wooden door
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Muchos padres de hoy día somos producto de un estilo de crianza en el que, muchas veces, con una mirada era suficiente para decirnos que NO: que nuestro pedido estaba fuera de lugar, que no había dinero o simplemente que si empezábamos a hacer una "escena escandalosa" tendría repercusiones severas en la privacidad de nuestra casa. Ni mal, ni bien, simplemente era diferente la manera de crianza. Uno de los resultado de ese estilo somos los padres que entendemos que los límites son necesarios, pero nos ha faltado esa parte pedagógica de la explicación (en términos de niños) que nos funcione de tranquilizante frente al momento de berrinche, deseo incontrolable o simple requerimiento de algo que no podemos tener.

Ahora, como adultos, entendemos muy bien que el límite es también un recurso de amor, de cuidado, de enseñanza. Pero nos cuestionamos aquellas herramientas heredadas, pensamos que debería haber un modo innovador que pueda dar buenos resultados también. Entre los efectos colaterales de aquella vieja enseñanza recibida, se gestó en muchas ocasiones una sensación de culpa y una proyección poco saludable en nuestros hijos, justificadas bajo frases como: "yo no quiero que él sufra lo que yo sufrí" , "yo le tenía terror a mi papá cuando me miraba así, no quiero que mi hijo me tenga ese miedo a mi", "cuando mi mamá me lo hablaba con los dientes apretados ya sabía que la iba a pasar mal, por eso no sé cómo hacer" . Y detrás de esto, podemos encontrar dificultades para poner límites sin culpas a nuestros propios hijos.

Para empezar a desenmarañar estos miedos, será muy importante que hagamos un trabajo mental y emocional para aceptar lo que es natural en el desarrollo de los niños y en nuestro desarrollo como padres; que las dificultades nos ponen a prueba en nuestras limitaciones pero no en el amor que sentimos y que siempre (no importa la edad de nuestros hijos) podemos modificar nuestra conducta para ser mejores padres. Aquí algunas ideas que pueden ayudarte:

Los berrinches son normales en la infancia, ya que son una forma de expresar emociones intensas que los niños aún no saben cómo manejar. Al entender esto, podrás sentirte menos culpable y más preparado para afrontarlos. Si los padres se enojan, los niños aprenden que frente a la ira hay más ira. Esta es una gran invitación para rever cómo nosotros manejamos las situaciones. No olvidemos que nuestros hijos son un reflejo nuestro, ya que aprenden de todo lo que somos (lo que decimos y hacemos) a ser en el mundo.

Por eso será muy importante mantener la calma, para que la enseñanza que absorban sea un buen manejo de nuestras emociones. Si nosotros estamos calmados, es más probable que nuestros hijos también se calmen más rápido. Respirar profundamente, contar hasta 10 si es necesario, o intentar hablar de otra cosa para que el niño desvíe la atención del objeto de conflicto y se calme. Esto no será fácil, pero la mapaternidad no lo es: encontrar nuestros mejores canales no solo sirven para nuestros hijos, sino para nosotros mismos, para afrontar mejor los desafíos de nuestras propias vidas.

Una de las cuestiones a rever es la manera en la que se establecen esos límites, ya que son más acatados si estos son claros y consistentes, porque eso permitirá a los niños sentirse seguros. Esto evitará también situaciones de manipulación, pero sobre todo tener en cuenta que esos límites sean razonables y adecuados a la edad del niño.

Como padres, muchas veces nos enfrentamos a los silencios de nuestros hijos, y es ahí en donde tenemos que empatiza con nuestros hijos, reconociendo y validando los sentimientos aunque sin justificar su comportamiento. Se puede decir algo como: "Sé que estás muy enojado porque no puedes tener el juguete, pero no podemos tenerlo ahora". Manejar ese grado de asertividad, nos va a poder abrir un espacio colaborativo en donde si le ofrecemos opciones nuestro hijo pueda elegir y así, sentirse más en control y reducir la frustración. Por ejemplo, en lugar de decirle "No puedes ver televisión ahora", puedes decirle: "¿Prefieres jugar con tus bloques o dibujar?".

Es muy importante que aceptes, desde el amor, que la relación en la familia no es simétrica,los padres son la autoridad y muchas veces conectamos mentalmente esa palabra con falta de amor. Nada más lejos de la realidad: y aunque racionalmente lo entendamos, emocionalmente la culpa nos hostiga. La presión de ser padres y madres es mucha cuando queremos hacer un buen trabajo, pero será más fácil si entendemos que los niños no están tratando de hacernos daño: simplemente están expresando sus emociones de la única manera que conocen. Y depende de nosotros enseñarles nuevas maneras.

Si todo esto nos da esperanzas pero aún no lo podemos poner en práctica, hablar con otros padres es un buen recurso: en la unión está la fuerza y compartir recursos sobre la misma problemática nos dará nuevas ideas y espacio de entendimiento para compartir lo que se vive. Si eso aún no es suficiente, existimos los profesionales de familia, orientadores, terapeutas o médicos pediatras si necesitas más ayuda a un nivel más específico.

Es muy importante que los padres también nos tomemos un tiempo para relajarnos y recargar energías. Es normal sentirse abrumado como mapadre, pero con las herramientas adecuadas y un poco de paciencia, podremos manejar mejor los berrinches de nuestros hijos de manera más efectiva. Este es un trabajo altamente demandante, que no se sabe con exactitud si lo estamos haciendo bien en la mayoría del tiempo. Pero las risas, los abrazos, los juegos, los mimos son un excelente indicador que nuestro hijo es un niño feliz y que tan mal no lo estamos haciendo...

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