LA IMPORTANCIA DEL SUEÑO EN LA INFANCIA
Si hay un desafío que muchos padres enfrentan cada noche es la batalla por "irse a dormir". Entender que las rutinas de sueño no es simple organización, sino que es una inversión en la salud de nuestros hijos será la clave para lograr niños fuertes y sanos, familias felices y pacíficas.
MAPATERNIDAD+
Milagros Ramirez
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La hora de ir a dormir puede ser uno de los momentos más desafiantes en muchos hogares. Entre juegos que no quieren terminar, negociaciones interminables y el cansancio acumulado, el ritual nocturno a menudo se convierte en una batalla campal. Sin embargo, quiero invitarlos a ver este momento no como una obligación, sino como una inversión invaluable en el desarrollo integral de sus hijos y en la armonía de toda la familia.
¿Cuántas horas deberían dormir y por qué? La ciencia detrás del sueño
Para los niños entre 4 y 6 años, la Academia Americana de Pediatría (AAP) y la National Sleep Foundation (NSF) recomiendan entre 10 y 13 horas de sueño por día, necesarias para que se den una serie de procesos neurológicos y fisiológicos que impactan directamente en su salud, aprendizaje y comportamiento. Durante el sueño profundo, el cerebro de los niños procesa y consolida información, las experiencias del día se graban como nuevos conocimientos y habilidades. Sin suficiente sueño, la capacidad de atención, concentración y memoria se comprometen. También es vital para el crecimiento y la maduración de las conexiones neuronales, especialmente en el lóbulo frontal, responsable de las funciones ejecutivas como la planificación, la autorregulación emocional y el control de impulsos. Un niño bien descansado tiene una mayor capacidad para manejar sus emociones, mientras que la falta de sueño se asocia directamente con la irritabilidad, la impulsividad, los cambios de humor y una menor tolerancia a la frustración.
Además, durante el sueño se da el crecimiento físico, ya que se libera la hormona del crecimiento (somatotropina o GH). Un sueño adecuado asegura un desarrollo físico óptimo y el fortalecimiento del sistema inmune, para que el cuerpo se recupere y se defienda de enfermedades.
El baño como herramienta de relajación
Una práctica sencilla que puede facilitar un adecuado descanso es usar el baño como un ritual de relajación que ayuda a los niños a desconectarse del día. Ambiente agradable: luces suaves, pocos ruidos (quizás algo de música suave), un baño tibio que eleva ligeramente la temperatura corporal, y el posterior descenso al salir del agua, envía una señal al cerebro de que es hora de relajarse y dormir. Esta rutina prepara a los niños para la calma necesaria antes de acostarse, evitando la estimulación excesiva que a menudo se presenta por las pantallas o los juegos excitantes. La clave es que el baño sea predecible y una señal clara de que la jornada de juego está terminando y se acerca el momento de descansar.
Otro estimulo relajante es el tono de nuestra voz: hablarles a los niños de manera calmada y dulce es vital para fomentar la cooperación y transmitir tranquilidad. En lugar de dar órdenes abruptas, intentá explicarles por qué es importante seguir una rutina de sueño. Frases como “es hora de dormir y descansar para jugar mucho más mañana” les dará un sentido de inclusión en el proceso. Eso si: evitar el uso de recompensas, ya que pueden crear una expectativa y potencialmente generar resistencia, ansiedad o frustración cuando hay falta de ella. A menudo, los expertos en pediatría sugieren buscar motivaciones intrínsecas, donde el niño vea el valor del descanso por sí mismo. La consistencia en esta comunicación tranquila refuerza la idea de que la rutina de sueño es innegociable pero se realiza con amor y respeto.
La rutina no es solo para niños
Ningún niño va a adoptar dócilmente una rutina si los adultos no lo hacen con ellos. Prioricen el ambiente de tranquilidad y descanso para ayudar a los niños a relajarse y estar listos para dormir, porque va a depender de la actitud y acción de ustedes, los padres. Habrá que revisar nuestros horarios, ¿el tiempo de la cena familiar podría ser más temprano? Bien, ajustémoslo, y menos pantallas o estímulos acelerantes en estos momentos. La coherencia es clave: establecer horarios regulares para acostarse y levantarse permitirá que los niños se ajusten a estos cambios y sientan seguridad y estabilidad. Esta adaptación no solo mejorará la calidad del sueño de los pequeños, sino que también fortalecerá los lazos familiares, al pasar tiempo juntos en un entorno tranquilo.
Una rutina de sueño bien establecida, con límites claros y comunicación tranquila, genera beneficios que van mucho más allá de las horas de descanso del niño. Entre ellos, una mayor armonía y menos conflictividad, ya que las batallas nocturnas disminuirán, se reducirá el estrés y la tensión para todos, los niños no estarán agotados y los padres podrán encontrar nuevos espacios de calidad, tranquilidad, intimidad y encuentro para sí mismos.
Las rutinas de la noche (baño, cuento, abrazos) se convierten en momentos de conexión y amor. Invertir en el sueño de nuestros hijos es invertir en su futuro y en el bienestar de toda la familia. Requiere paciencia, consistencia y un compromiso de los adultos, pero los frutos de este esfuerzo son invaluables.
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