Dar con el corazón sin esperar recompensa
Siempre hay que dar lo que tenemos en el corazón. Y eso es dar el amor a todo y a todos. Esta hermosa postal urbana que nos trae Horacio Colombo, de la ternura que hay a nuestro alrededor y que muchas veces pasamos por alto.
FAMILIA+
Lic. Horacio Colombo
8/28/20242 min read
Dar es un don divino del corazón, reside y se potencia en la familia. Es una ofrenda al Ser superior que habita en “el otro”. Es el accionar pedagógico que enseña la familia de manera práctica, para luego entregarlo al entorno. Cumple con nuestra misión de promover el bien. Una de las virtudes de dar con el corazón, es la capacidad de recompensa que genera su ejercicio, sin esperarla.
En cierta oportunidad, me desempeñaba como parte del staff en una importante empresa de la ciudad. Visité un cliente. Luego del encuentro, el cual permitió completar mi lista de pedidos diarios, salí del local y a escasos metros del ingreso al negocio, en un umbral vecino, se encontraba sentada una persona con signos evidentes de pocos recursos económicos y de un importante dolor emocional.
La mañana era húmeda y al frío reinante se sumaba llovizna, no muy pronunciada pero persistente. Lo que le ponía calidez a la situación, era el perro que la persona tenía en sus brazos; un perro mestizo de tamaño mediano que, evidentemente era su copiloto de desventura. La escena ralentizó mis pasos (que eran rápidos por lo desfavorable del clima) y me obligó a detenerme, para luego retroceder, y contemplar el impactante cuadro de amor mutuo desinteresado. Sorprendía el afectuoso resguardo que ofrecía la desaliñada y poco limpia ropa de la persona, que tenía la mascota en brazos. Emocionaba la mirada del animal hacia su “incondicional amigo” como dándole gracias por poder apoyar el hocico en su hombro. La increíble escena parecía tener un cartel invisible escrito con tinta del corazón "éste hombre es mi mascota y no yo, la suya”. Dos seres de rumbo incierto convertidos en uno; desbordantes de mutuo afecto y a los cuáles ni la humedad elevada, ni el frio reinante parecía afectar. No pude menos que contemplar conmovido, tanta ternura. Busqué automáticamente sin pensarlo, en mi morral, el dinero que le permitiera beber “algo caliente”, para paliar un poco el clima adverso que cacheteaba. El hombre se negó en primera instancia, pero luego cedió ante mi insistencia.
Pero no fue todo. Lo sorprendente de este suceso fue ver al cliente visitado, salir apresurado del interior del local (sin haber visto lo acontecido), para decirme que notó que debía incrementar el pedido. De más está decir, pero lo hago: su petición aumentó exponencialmente mi ganancia que, por supuesto, no fue sólo material. ¿Casual o causal?¿Anécdota o enseñanza?... No lo sé, pero tiene poca importancia.
En mis inicios por el camino espiritual, buscando poder formar una familia, tuve una inolvidable mentora que poseía calidez de madre y sabiduría de abuela. En uno de mis divagues metafísicos absolutistas de principiante, le consulté si era correcto dar, porque hacerlo era reconocer la necesidad material en quien por ser espiritual, no tiene ninguna. Me respondió suavemente, luego de un acotado silencio reflexivo y la sonrisa que la caracterizaba: "no sé si dar, está bien, pero prefiero equivocarme dando".
Horacio Colombo - Lic. en Ciencias para la familia (UA)
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