CÓMO VEN EL DIVORCIO LOS HIJOS
Pese al dolor de la ruptura marital, hay que dar un esfuerzo magnánimo por los hijos. Muchas son las cosas que viven en el proceso de acomodar toda su realidad a un nuevo ritmo de vida. Entender qué cosas experimentan nos ayuda a saber cómo afrontarlas y luchar para seguir dando lo mejor por nuestros hijos
MAPATERNIDAD+
Milagros Ramirez
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El divorcio de una pareja es un evento que sacude los cimientos del hogar, pero sus efectos más profundos y duraderos se sienten en el mundo de los hijos. Para ellos, el divorcio no es simplemente la disolución de un matrimonio: es la fractura de la estructura familiar que conocían, una pérdida que puede desencadenar un torbellino de emociones complejas y confusas. Entender qué experimentan es el primer paso para poder ayudarlos a transitar ese momento de la mejor manera posible, y así evitar que el divorcio se transforme en un trauma de por vida.
Los hijos no son pequeños adultos, su forma de procesar la separación es muy diferente a la de los padres. Estas son algunas de las emociones que pueden experimentar:
Confusión y miedo, ya que la estabilidad de su mundo tambalea. Un niño que ve a sus padres discutiendo o, de repente, anunciando la separación, puede sentirse perdido. Se preguntan dónde vivirán, qué pasará con sus juguetes, si verán a ambos padres y, en el fondo, si su vida seguirá siendo segura.
La culpa es una de las emociones más dañinas y comunes que los niños experimentan. Al tener un pensamiento egocéntrico, a menudo creen que ellos son la causa del divorcio: "si hubiera sido más bueno", "si no hubiera sacado malas notas", "si no hubiera peleado con mi hermano". Creen que su comportamiento fue el catalizador del problema, y es una carga que no les corresponde llevar.
Experimentan enojo y resentimiento, rabia hacia uno o ambos padres; con ellos mismos porque su familia ya no es "normal" o porque se sienten impotentes ante los cambios. Este enojo puede manifestarse como rebeldía, problemas en la escuela o agresividad con sus hermanos.
Pero también atraviesan una gran tristeza y sensación de pérdida, porque es un duelo que dependerá de la edad de los niños, que tengan mayor o menor herramientas para llevarlo adelante saludablemente. No solo lloran por la separación de sus padres, sino también por la pérdida de la familia que tenían, la casa que compartían y la rutina a la que estaban acostumbrados. Es una sensación de pérdida de control que puede manifestarse en regresiones a etapas anteriores, como mojar la cama o chuparse el dedo, en edades tempranas.
Qué deberían hacer los padres
El rol como padres es el de ser el ancla de tus hijos, ahora más que nunca. La forma en que manejen la transición tendrá un impacto directo en cómo ellos asimilan y superan este difícil momento. La comunicación es clave, hablar con ellos juntos y con un mensaje unificado. Aquí me gustaría llamarlos a la reflexión: frente a los hijos, no importan las causas que llevaron a la separación, aquí lo que más hay que cuidar es a los hijos y su bienestar emocional. Si sienten que los rencores y las rabias no los van a dejar hablar en calma para el beneficio de sus hijos, les recomiendo que recurran a un tercero (un orientador familiar, un psicologo infantil, un familiar de mucha confianza, etc.). Aquí hay un valor supremo que proteger y ustedes no pueden viciar su dialogo con rencores egoístas. La parentalidad requiere esta entrega y sacrificio, por el bien de nuestros hijos.
Frente al primer anuncio, lo recomendable es que esten ambos padres juntos ante los hijos. Esto les da un mensaje de unidad parental, incluso si la pareja se está separando. Ambos tienen que dejar en claro ciertas ideas cómo sentencias supremas, como "no es tu culpa". Este es el mensaje más importante que deben repetir constantemente, con palabras y acciones. Expliquen, de manera simple y sin entrar en detalles de pareja, que la decisión de vivir separados es una elección de los adultos y que no tiene nada que ver con ellos. Hablen con total honestidad, pero no necesitan dar detalles, solo brinden la información necesaria para que ellos la puedan procesar. Eviten descargar en ellos los resentimientos o los conflictos de la pareja y nunca los usen como mensajeros o confidentes, porque solo dañaran a sus hijos y a la imagen que tienen del otro padre, que afectará a la relación de mapaternidad entre ellos.
Será necesario que le den un tiempo y un lugar a que puedan expresar lo que sienten. Validen sus emociones, permítanles sentir, eviten decirles "no llores", "no te enojes" o "todo va a estar bien", que si bien son frases que se dicen desde el deseo de que todo mejore, en el momento solo conducen a reprimir lo que verdaderamente necesita hacerse, que es llorar, gritar, expresar lo que esa situación les causa. Recuerden que están aprendiendo a regularse, y estas emociones pueden ser muy fuertes, y deberán aprender de esto también. Les pueden decir frases como "entiendo que estés triste", "si querés llorar, podes hacerlo" o "es normal que sientas enojo". Esto les enseña que sus sentimientos son válidos y que tienen un espacio seguro para expresarlos. Eso si: escúchenlos sin juzgar. Como todos los seres humanos, los hijos solo necesitan hablar, por lo que deberán estar disponibles cuando ellos deseen hacerlo, escucharlos sin interrumpir, sin ofrecer soluciones inmediatas y sin criticar sus sentimientos, ni al otro padre por la situación de separación.
En el proceso de reacomodación de todo su mundo, mantener las rutinas les brindará estabilidad y funcionará como refugio emocional. Conserven lo que sea posible: como horarios de comidas, de dormir o de ir a la escuela. La familiaridad les da seguridad, mientras crean nuevas rutinas en sus nuevos lugares, si les correspondieren. Inevitablemente habrá cambios y deberán acompañar a sus hijos a adaptarse a ellos, preguntarles que les parece, qué podrían hacer para personalizar sus nuevos espacios, etc. Involucren a los hijos en la planificación de las nuevas rutinas: pregúntenles cómo se podría organizar las visitas o qué actividades les gustaría seguir haciendo juntos. Esto les da un sentido de control en un momento en que se sienten impotentes.
La rutina y la convivencia no deben ser un campo de batalla, ambos hogares, aunque separados, deben ser lugares seguros y estables. Prioricen su amor incondicional: la familia no se rompe, se transforma, y el amor no cambia. Es sumamente importante que le puedan dar este mensaje a sus hijos y chequear que ellos lo entiendan. Aunque la relación de pareja termine, el amor de padre y madre es una fuerza sempiterna e incondicional. En este punto, los padres deben comprometerse a una relación de respeto y cooperación en todos los aspectos relacionados con los hijos, ya que modela un comportamiento sano y les enseña a los niños que aún pueden son un equipo, una sola y misma familia.
La meta no es regresar a la "normalidad" de antes, sino encontrar una nueva normalidad que se adapte a su nueva realidad. Con el tiempo, la paciencia y un manejo emocional saludable, podrán crear su propio "oasis familiar", un espacio único, armónico y seguro donde el amor, la comunicación y el respeto son los pilares de su nueva vida. La familia no se rompe, se transforma. Y ustedes tienen el poder de hacer de esa transformación un camino de resiliencia y crecimiento para todos.
Y si todavía no podemos ser equipo, pero lo estamos intentamos...
La idea es que sigan siendo los mejores padres que sus hijos merecen. Para eso, hay que superarse en el dolor de la pareja perdida y concentrarse que, aunque el proyecto cambió, seguirán siendo una pareja parental hasta el último día de su vida. Y hay que hacerlo bien, por ellos.
Aquí les dejo algunas ideas que pueden ayudarlos, hasta que logren ser un equipo armónico de padres:
Ponerse de acuerdo para usar un único canal de comunicación sobre novedades de los hijos. Podría ser un grupo de whatsapp que se llame "cosas de los chicos". No es una mera formalidad: es un recordatorio de los parámetros claros y concretos de la comunicación, y solo de eso van a hablar allí. Para ayudarlos en la tarea, podrían incluir abuelos si habitualmente colaboran en las tareas de cuidados, hasta eventualmente a las nuevas parejas, si llegara a haber. Recuerden: se trata de dar lo mejor para los hijos.
Establecer cuales son las novedades que valen la pena ser comunicadas: citas médicas, actos escolares, viajes o salidas planificadas, el teléfono de los padres y dirección de las casas en donde se quedan a dormir, pero que ambos estén de acuerdo con pasarse esa información. Esto evitará futuros roces y acusaciones de "esconder" información, porque los únicos perjudicados son los hijos.
No pretender que se respondan inmediatamente los mensajes: si están ocupados asistiendo a sus hijos, ambos saben que no deberían prestarle tanta atención a sus teléfonos. No entren en pánico fácilmente, no los están ignorando adrede. Confíen, no está con cualquier persona, está con su madre o padre, el otro máximo responsable por su seguridad y protección. Liberen y confíen, así también descansaran y podrán recuperar fuerzas y tiempo personal. Tengan plena seguridad que si hay una urgencia, llamaran por teléfono EN EL ACTO al otro padre, de esto no hay dudas.
Si necesitan planificar vacaciones o con quien pasaran las fiestas u otros detalles importantes, pueden citarse para hablar en un lugar neutral. Un café, una plaza, cualquier lado en donde puedan sentarse de manera inocua a arreglar detalles, que muchas veces puede requerir una planificación más compleja, que para hablarlo por teléfono no alcanza.
Eviten las provocaciones, tanto decirlas como recibirlas. Agredirse (pasiva o agresivamente) por la pareja que ya no son no es forma de recuperarla ni de reivindicar lo sacrificado. Duelen cada uno por su lado lo perdido pero no dejen que entre lo perdido se incluya a sus hijos, solo de ustedes depende.
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