A mí, no me gusta perder ni a la bolita!
Derrota, frustración, resiliencia, constancia, aprendizaje.... son cosas que aprendemos en el ceno de nuestra familia. ¿Somos conscientes de cómo lo vivimos? Horacio nos ayuda a reflexionar como esos conceptos estan en nuestra cotidianidad.
Horacio Colombo
1/16/20253 min read
Transitar la vida es vivenciar un sano equilibrio entre perdidas y ganancias. Es saludable si nos conduce a domar la ambición por el triunfo indiscriminado y a desarrollar paciencia -y capacidad de análisis- para superar la derrota. Una derrota puede pretender lesionar nuestra autoestima, pero no lo hará si estamos atentos. El catastrófico paradigma de supervivencia del más apto (con sus nefastas consecuencias) está desapareciendo para dar lugar al desarrollo y crecimiento del más colaborativo (cualidad aprendida en el ámbito familiar). El desequilibrio entre las dos posiciones, pérdida y ganancia, genera la toxicidad del estrés; conduce a un callejón sin salida lesionando la salutogénesis individual y sus consecuencias en la familia.
La tolerancia ante la frustración es un objetivo importante por desarrollar en el grupo de convivencia, cuando no sabe, no puede o no quiere admitir la derrota. Enfrentar directamente el evento que aparece, puede ocultar un vivo deseo de competencia; la misma entraña una exaltación efusiva del ego cuándo el objetivo es minimizar o anular al oponente. Es ese ego que se mueve con el combustible ambicioso de ganar sin importar el costo y, nos incita a establecer nuestra creencia de superioridad para demostrar un estatus de dominio y poderío. Perder con dignidad nos coloca una corona invisible para los sentidos materiales pero perceptible para los del Alma.
“A mí no me gusta perder ni a la bolita”, hemos oído esta frase en reiteradas ocasiones. Palabras que transmiten una sed explícita de imposición, más allá del juego. El comportamiento social ultra competitivo se manifiesta hoy de esa manera a todo nivel. Competir sin escrúpulos en cualquier circunstancia para empequeñecer al otro, suele ser una constante. Sin embargo, hacerlo, restándole la importancia que posee, en ocasiones puede acarrear sorpresas.
La frase que suele emplearse para restarle importancia a determinado suceso no es tan insignificante. El campeonato mundial de bolita existe. Lo que surgió como entretenimiento en un pub inglés en 1936, se expandió por todo el mundo y, se convirtió en un torneo de alcance mundial con la intervención de diversos países. En 2024 fue obtenido por Costa Rica ante España como rivales finalistas. Por lo tanto, sería conveniente darle la debida importancia a cualquier desafío que se nos presente, dándole la debida importancia aceptando dignamente la derrota si nos tocara perder.
La familia con valores dispone de infinitos recursos para transmitir a su descendencia y vigorizar su calidad humana. Al momento de participar en todo desafío lo hace construyendo y no destruyendo, utilizando la vara de la solidaridad como punto de apoyo. Disuelve desigualdad y exclusión, rivalidad y conflicto. Conjuga reiteradamente el verbo integrar, y amasa el pan del Amor para compartir y no competir.
A modo de conclusión, una historia ejemplar: el corredor keniano Abel Mutai estaba a solo unos metros de la línea de meta, pero se confundió con las señales y se detuvo, pensando que había terminado la carrera. El español Iván Fernández, estaba justo detrás de él y, al darse cuenta de lo que estaba pasando, comenzó a gritarle al keniano que siguiera corriendo. Mutai no sabía español y no entendía.
Al darse cuenta de lo que estaba pasando, Fernández llevó a Mutai a la victoria. Un periodista le preguntó a Iván: "¿Por qué hiciste esto?" Iván respondió: "Mi sueño es que algún día podamos tener algún tipo de vida comunitaria en la que nos empujemos a nosotros mismos y también a otros a ganar"
El reportero insistió "¿Pero por qué dejaste que ganara el keniano?" Iván respondió: "No lo dejé ganar, él iba a ganar. La carrera era suya"
El periodista exclamó "¡Pero podrías haber ganado!" Iván lo miró y respondió: "Pero ¿Cuál sería el mérito de mi victoria? ¿Cuál sería el honor de esta medalla? ¿Qué pensaría mi madre de ella?" (Fuente, Red Solidaria,31 de julio de 2021, internet)
Los valores se transmiten de generación en generación. ¿Qué valores les enseñamos a nuestros hijos y cuánto inspiras a otros a ganar? La mayoría de nosotros aprovechamos las debilidades de las personas en lugar de ayudar a fortalecerla”. Vale entonces afirmar que la única competencia de utilidad es, “Competir a demostrar quien no compite”.
Horacio Colombo. Lic. en Ciencias para la Familia (UA)
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